BOLETÍN DIGITAL DE LA DELEGACIÓN DIOCESANA PARA LA EDUCACIÓN

OBISPADO DE HUELVA

viernes, 11 de abril de 2014



"No tenemos posibilidad de salir solos de nuestro pecado"

Francisco: "No existe un cristianismo sin la Cruz"(8 abril 2014)


"El cristianismo no es una doctrina filosófica, no es un programa de vida para sobrevivir, para ser educados, para hacer la paz. Éstas son consecuencias. El cristianismo es una persona, una persona elevada, en la Cruz, una persona que se anonadó a sí misma para salvarnos; se ha hecho pecado. Y así como en el desierto fue elevado el pecado, aquí ha sido elevado Dios, hecho hombre y hecho pecador por nosotros. Y todos nuestros pecados estaban allí. No se comprende el cristianismo sin entender esta humillación profunda del Hijo de Dios, que se humilló a sí mismo haciéndose siervo hasta la muerte y muerte de Cruz, para servir".


El mundo está en la cruz (Brotes de olivo)
(Is 53, 4-6, 10-12)

He llegado a la montaña y en la cruz te he contemplado,
te he visto ojos de niño, tu faz era de soldado.

Tu cuerpo sangrante y roto, tus manos viejas, de anciano.
No he visto un Cristo de historia, vi un mundo destrozado.
Una a una, las espinas de tu cabeza he quitado,
y de tus manos sangrantes arranqué los fríos clavos.
Y al llegar hasta los pies, miedo me dio tocarlos,
¡eran la sangre del pueblo, pobre, guerrero y esclavo!
Tu cuerpo sangrante y roto sobre mí se ha descolgado.
Los pies quedaron allí, en la cruz aún clavados.
Y en tus ojitos de niño, y tu cara de soldado
vi la humanidad muriendo, ¡muriendo entre mis brazos!

El pueblo que sufre y muere, no muere, lo hemos matado,
tras pisar su dignidad y su fe, pisoteado.

Y yo en tanto seguiré dándomelas de cristiano,
pensando que el mal de los hombres se lo hicieron mis contrarios.
 

martes, 6 de marzo de 2012

Retiro de Cuaresma


Si tuviera fe como un granito de mostaza, le diría a la montaña: ¡muévete! y la montaña se movería...







Necesitamos cambiar. Se nos ofrece la oportunidad, podemos hacerlo, tenemos la capacidad para ello.

Han brotado ya los campos con las pocas aguas que han caído, los almendros ya están en flor y nos anuncian que algo está cambiando, que algo nuevo va a suceder.


Todos deseamos que suceda algo nuevo en nuestras vidas, a nuestro alrededor, en la naturaleza, en el momento en el que estamos viviendo...
y llega pronto la primavera. Hay días que ya va oliendo de otra forma y se va notando que el frío ya no es tanto del invierno.

La primavera llega y con ella, nuestra vida, nuestro ser y entender…llega nuestra fiesta . Pero mientras llega, nos preparamos, nos movemos, vamos viendo… vamos viviendo para poder sentir desde cerca lo que significa el sepulcro vacío.

Lo raro, lo extraño. Lo que no se entiende y a la vez es certeza, lo cotidiano de la vida, lo que se percibe y se vive……..es Dios quien convoca, es la certeza del padre de la vida.


PODEMOS RETIRARNOS ESTA CUARESMA EL DÍA 24 DE MARZO

SERÁ A LAS 10,30 HASTA LAS 14,00 EN EL SEMINARIO DIOCESANO.

NOS DARÁ EL RETIRO NUESTRO OBISPO D. JOSÉ VILAPLANA.

NO FALTES

miércoles, 22 de febrero de 2012

ESTAMOS EN TIEMPO DE GRACIA, ES NUESTRA CUARESMA












COMENZAMOS UN TIEMPO DE GRACIA PARA EL CRISTIANISMO.

Con la cuaresma se nos abren cuarenta días de acercar más el corazón "al calor del hogar". Digo que es tiempo de gracia porque es una suerte el pararse a mirarnos por dentro, a mirar la vida que generamos y que está creciendo tanto a nuestro lado como en nosotros mismos.
Profundizar en nuestra oración, nuestras convicciones que nos hacen caminar cada día desde la opción hecha por vivir y servir desde el Evangelio, como luz y guía de nuestra vida. Y especialmente con quien nos llama a vivir junto a El, a anunciar la Buena Noticia y a participar de ella junto con otros. Es una suerte.

Don José, nuestro Obispo, nos ha redactado una carta que es para cada uno, para llegar bien a nuestro corazón y caminar juntos hacia la Semana Santa.

Un saludo del Equipo de la Delegación Diocesana de Enseñanza





“Creo, Señor; aumenta mi fe”

CARTA DE CUARESMA 2012

Queridos hermanos y hermanas:

1. Al iniciarse el tiempo de Cuaresma, me dirijo a vosotros invitándoos a entrar en este tiempo de conversión con una súplica: “Creo, Señor; aumenta mi fe”. Esta breve y sentida oración la pronunció un padre que pedía la curación de su hijo. Los apóstoles habían intentado, sin éxito, liberar al muchacho de un mal espíritu. Cuando llegó Jesús, el padre, con humildad y confianza, desde su dolor, le rogó al Señor que tuviera compasión y le ayudara. Jesús le dijo: “todo es posible al que tiene fe” . Entonces el hombre gritó: “Creo, pero ayuda mi falta de fe” (Mc 9, 24).
Esta breve oración contiene dos aspectos importantes: el reconocimiento humilde de una fe débil y la confianza de que el Señor, con su ayuda, la puede aumentar y fortalecer.

2. El Papa Benedicto XVI nos ha convocado a un Año de la fe, que comenzará el próximo mes de octubre con motivo del cincuentenario del Concilio Vaticano II. Por esta razón, acogiendo la iniciativa del Papa, os propongo vivir esta Cuaresma como una etapa intensa de oración para que el Señor aumente nuestra fe y nos haga testigos de ella en medio de nuestro mundo.
La fe es el fundamento de la vida cristiana. Si la fe se debilita, todo se resiente. Podríamos decir que la falta de fe “impide” la acción de Dios en nosotros y en nuestro mundo. Siempre me ha impresionado leer en el Evangelio que Jesús, en Nazaret, donde se había criado, no pudo hacer milagros porque no encontró fe allí (cfr. Mc 6, 56).

3. Durante este tiempo de Cuaresma debemos preguntarnos: ¿de dónde viene nuestra debilidad como cristianos? ¿de dónde la carencia de impulso evangelizador? ¿no será de la falta de fe? Jesús reprochaba con frecuencia a los mismos apóstoles: “No seáis hombres de poca fe”.
Vivamos, pues, este tiempo de conversión, que nos prepara para celebrar la Pascua del Señor, como un itinerario que nos permita renovar la fe bautismal en la noche santa de la Resurrección.
Pidamos al Señor que nos conceda una fe auténticamente cristiana. En este momento cultural que vivimos, tenemos el peligro de pensar que la fe es algo subjetivo: “todo el mundo cree en algo”, “yo creo a mi manera”... Estas expresiones indican una gran difuminación de la fe. Es más, como dice el Papa, “es como una llama que se va apagando”.

4. La fe cristiana es creer en Alguien, en una Persona, en Jesucristo, el Hijo único de Dios que ha entrado en nuestra historia para mostrarnos el amor del Padre y para abrirnos un horizonte nuevo. Como nos recuerda el Papa Benedicto: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida...” (Deus Caritas Est nº 1) ¿Creemos o no creemos en Él? ¿Lo aceptamos o no?
La fe cristiana es respuesta amorosa y confiada a Dios, que ha venido a nuestro encuentro y se nos ha manifestado. La fe cristiana no es el resultado de nuestras investigaciones intelectuales, sino acogida del Dios que viene a nosotros. Por esta razón, cultivar la fe exige escuchar la Palabra de Dios, adherirse a Jesucristo, profesar la fe en comunión con la Iglesia, que es su depositaria, y tratar de vivirla en el servicio y amor a los hermanos, tal como nos enseñó el Señor.

5. La fe se fortalece dándola, así nos lo recordó el Beato Juan Pablo II, y el Papa Benedicto nos dice: “La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y de gozo”. En este momento de nueva evangelización es necesario “redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe.”
(Porta Fidei nº 7).
La fe se aviva con el testimonio de la caridad. “La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente...” (Porta fidei nº 14). Durante el tiempo de Cuaresma, continuaremos estimulándonos unos a otros para hacer el bien y servir a nuestros hermanos más necesitados. El gesto de Cuaresma que venimos realizando en favor de una “casa” para los pobres, será un cauce para expresar nuestra fe, que madura en el amor y un signo de nuestra unidad diocesana. “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras” (Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2012).

6. Con este mensaje deseo subrayar también un aspecto de nuestro Plan Diocesano de Evangelización, centrado en la renovación de nuestras parroquias. Tengamos en cuenta que una parroquia es una “comunidad de fe”: se trata de una comunidad de fieles, esto es, una comunidad cristiana, para lo cual es indispensable la fe en Jesucristo; no hay parroquia si no hay adhesión a Jesucristo; y, además, la parroquia tiene como tarea evangelizadora el transmitir y educar la fe de sus miembros, porque ella es el “ámbito ordinario donde se nace y se crece en la fe”. (Directorio General para la Catequesis, 1997, nº 257).

Queridos hermanos y hermanas, termino este sencillo mensaje recordando la página del Evangelio con la que he comenzado. Los apóstoles preguntaron a Jesús por qué ellos no habían podido expulsar el mal espíritu de aquel muchacho. El Señor les respondió: “Esta especie sólo puede salir con oración y ayuno” (Mc 9, 29). Que estas prácticas cuaresmales nos ayuden a vencer en nosotros las fuerzas del mal y el Señor nos conceda vivir firmes en la fe.

Que Santa María, la dichosa por haber creído, interceda por nosotros.
Con mi afecto y bendición.

+ José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva

Huelva, 22 de febrero de 2012. Miércoles de Ceniza.

jueves, 22 de diciembre de 2011

FELIZ NAVIDAD













Ante el Misterio que trae y entraña la Navidad, no tenemos más remedio que ponernos delante del pesebre a dar gracias por el regalo tan grande que es vivir desde la conciencia que Dios se sigue haciendo presente en nuestras vidas.
Felicidades a todos aquellos que siguen dando razones de esperanza para sus vidas y para el mundo entero.
Os remito la carta de nuestro Obispo.
Un abrazo enorme de todo el equipo que formamos la Delegación diocesana de Enseñanza.
Feliz navidad


La noche, tiempo de salvación

Mensaje de Navidad 2011

“De noche en un pesebre

nacía tu Palabra.

La noche es tiempo

de salvación


Mis queridos hermanos y hermanas:


Al celebrar las fiestas del Nacimiento del Señor, Luz del Mundo, me alegra poder dirigirme a todos vosotros para expresaros mis mejores deseos de paz y alegría. Pienso en todas las parroquias, en todas las personas de nuestra querida Diócesis de Huelva, y en todas las personas de buena voluntad que quieran escuchar mi mensaje. Pero pienso, especialmente, en todas las familias que sufren a causa del paro, de la enfermedad y de la ausencia de seres queridos.

Hay muchas situaciones humanas que se parecen a la noche; situaciones de oscuridad que nos llenan de tristeza y momentos en los que no sabemos cómo vamos a salir de ese túnel oscuro.

El Nacimiento del Señor, en medio de la noche, es para todos una Buena Noticia. El profeta Isaías lo anunció con estas palabras: “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande, habitaban tierra de sombras y una luz les brilló (Is 9, 2); y añadía: “ porque un niño nos ha nacido...se llamará Príncipe de la Paz (Is 9, 6).

En estas fiestas de Navidad, en las que amplios sectores de nuestra sociedad viven situaciones de sufrimiento, mi deseo para todos es que tengamos luz, la Luz que es Cristo, el Niño nacido en la noche, envuelto en pañales y recostado en un pesebre (cf. Lc 2, 12). Él es el Hijo de Dios que nos ama; es el hijo de María, semejante a nosotros en su humanidad. Que Él nos muestre el camino. Que nos conceda mirar a Dios con confianza y mirar al mundo como Dios lo mira, para que aprendamos a vivir como familia. Que Él nos guíe y oriente, conduciéndonos por las sendas de la sencillez y la humildad. Que nos enseñe a compartir solidariamente y a crear unas relaciones humanas, sinceras y transparentes. Que Él nos ayude a ordenar nuestra sociedad con justicia y equidad, sin que nadie se quede al margen o humillado. Que Él nos conceda lucidez para que todos tengan un trabajo digno y estable y una educación integral, rica en valores evangélicos.


Vayamos a Él. Acojamos la luz de su Palabra. Gocemos de su presencia en la Eucaristía, y busquemos el calor de la fraternidad en nuestras comunidades parroquiales. Que nadie se sienta sólo: vivamos una Navidad con Él y con nuestros hermanos.

Con estos sentimientos y deseos, exhorto a todas las parroquias a que sigan mostrando una especial solicitud y cercanía hacia los pobres. La crisis se hace larga, por lo que os recuerdo las palabras del Apóstol: “no os canséis de hacer el bien (2 Tes 3, 13). Agradezco la generosa ayuda que estáis prestando a tantas personas necesitadas, y felicito, especialmente, a todos los miembros de nuestra Cáritas por su admirable labor. Recordemos que todo lo que hagamos a nuestros humildes hermanos al Niño Dios se lo hacemos.

Deseo también que la luz del Señor nos ayude a ver lo bueno y positivo que hay a nuestro alrededor. No puedo dejar de mencionar, en este mensaje navideño, el testimonio precioso de fe y alegría que nos dieron los jóvenes participantes en la JMJ en Madrid, junto al sucesor de Pedro, Benedicto XVI. Fue un signo de esperanza, una cascada de luz, como la calificó el Papa, una fiesta de fraternidad universal. Debemos dar gracias a Dios por este acontecimiento de gracia y comprometernos a trabajar por los jóvenes, acompañándoles al encuentro con Cristo. De la misma manera que los pastores al encontrar el Niño volvieron contentos “dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído (Lc 2, 20), nuestros jóvenes, al encontrarse con Cristo, quedan llenos de fuerza para construir un mundo nuevo. La novedad de Cristo, siempre joven, les capacita para renovarse y renovar la sociedad con la fuerza extraordinaria del amor que reciben de Él.

“De noche lo anunciaron

el ángel y la estrella.

La noche es tiempo

de salvación

Mis queridos hermanos y hermanas: os deseo a todos una feliz Navidad llena de fe y alegría, llena de luz y esperanza.


José Vilaplana Blasco

Obispo de Huelva

miércoles, 16 de noviembre de 2011

DIA DEL APOSTOLADO SEGLAR











lA CITA ES COMO TODOS LOS AÑOS: EL DÍA DE CRISTO REY

Cuando llega el día de Cristo Rey, todos los seglares de Huelva tenemos una cita de encuentro, el dia del Apostolado Seglar. Nos encontramos y nos reconocemos todos los agentes de pastoral laicos y ahondamos en nuestro compromiso eclesial desde el laicado.
Como profesores cristianos, quiero hacer una llamada para que, los que quieran y puedan, se acerquen a compartir.


Día 19 de noviembre, sábado.
Seminario Diocesano de Huelva.

El horario es el siguiente:

10:30 Acogida.
10:45 Oración.
11:00 Presentación del Itinerario de formación cristiana para adultos a cargo de Monseñor Elias Yanes, Arzobispo emérito de Zaragoza.
12:00 Descanso
12:30 Diálogo y presentación práctica de la metodología.
14:00 Despedida

sábado, 22 de octubre de 2011

UNA REFLEXIÓN


Os comparto una reflexión que he leío en ciudadredonda.org


Lo que más amamos: ¿idolatría o sacrificio?

José Cristo Rey García Paredes, cmf –

Viernes 21 de Octubre del 2011

Dios es invisible y eso nos confunde. ¿Cómo amar a quién no vemos? ¿Es cuestión de imaginárselo? Son las realidades cercanas, próximas, tangibles, las que acaparan nuestra afectividad y nuestros sentimientos. Y, a veces, con una intensidad impresionante… hasta ¡la idolatría! Pueden ser personas, cargos, lugares en donde se vive, propiedades y hasta animales domésticos…. Hay quien confiesa que si esa realidad amada le faltara un día, ese día moriría, o entraría en una profunda depresión.

Por una experiencia semejante pasó el gran padre de la fe, Abraham. Subamos con él y su hijo Isaac a las montañas. En el ascenso aprenderemos una lección decisiva: cómo vivir más allá de la idolatría y del sacrificio.

La promesa que nunca llega

Dios le hizo a Abraham una promesa asombrosa: “Si eres fiel a mi alianza serás bendición para todos los pueblos de la tierra y para sus descendientes”. Esa promesa contenía una cláusula condicional: “Deja tu país, tu gente, y tu casa paterna, y vete a la tierra que te mostraré” (Gen 12,1-3). Abraham debería abandonar el espacio de la seguridad, de lo conocido, de lo próspero y encaminarse hacia el otro espacio de lo incierto, lo desconocido, lo arriesgado, lo liminal. Sólo la confianza en el Dios de la promesa podría ampararlo en un camino insólito y lleno de interrogantes. La carta a los hebreos lo ratifica al comentar: Abraham no sabía a dónde iba (Heb 11,8).

Transcurría el tiempo y Abraham no se sentía bendecido: sin hijos, sin descendencia, compartiendo su vida con una mujer estéril, Sara (Gen 12,7). Llega él a los 100 años y ella a los 90 y la palabra dada no se cumple (Gen 17,16; 21,5). Bueno, se cumple cuando menos lo esperaban: tras ofrecer hospitalidad a tres misteriosos visitantes. Entonces llegó regalo de Isaac. Dios siempre responde, ¡pero tarde! -me decía a veces mi padre-.

El discernimiento

El cumplimiento de la promesa suscita una cuestión aparentemente sutil, pero decisiva: ¿se sirve Abraham de Dios para tener un hijo, un descendiente? O ¿consigue un descendiente de Dios por la confianza y el amor ciego que tiene en su Dios? ¿A quién había entregado Abraham, en primera y última instancia su corazón? ¿a Dios o a su más profundo deseo, es decir, a su hijo único?

Nuestros sueños suelen confundirnos: creemos que realizado el sueño, se acabarán todos nuestros problemas. Pero la realidad no es así. Abraham tenía el sueño de un hijo: el nacimiento de Isaac, sin embargo, no resolvió sus problemas, ni lo colocó en un paraíso.

Abraham recibió una nueva y sorprendente llamada de Dios. Le pidió que sacrificara a su hijo, a su único, a quien amaba (Gen 22,2), a quien posiblemente adoraba. Dios quería comprobar que no existía idolatría filial. Pero no es fácil interpretar este relato.
La interpretación

Es conocida la interpretación que Soren Kierkagard hizo de este relato de la Escritura en su libro “Temor y temblor” (1846). Abraham sintió que aquello que Dios le pedía violaba sus más profundas convicciones éticas; el patriarca pone en suspenso su ética y su razón y se somete al mandato de Dios y se arriesga a asumir un compromiso paradójico y misterioso; da el salto de la fe.

Un estudioso judío, Jon D. Levenson, profesor en Harvard, escribió un libro titulado “La muerte y resurrección del hijo amado”. Él nos recuerda que las culturas antiguas, las esperanzas y sueños tenían como objetivo no la dicha individual, sino la colectiva (de la familia o del clan); en los primogénitos se ponían todas las esperanzas, de modo que a ellos les correspondía por ley la mayor parte de la herencia y de la riqueza familiar; a través de ellos la familia conservaba su posición y prestigio social. El primogénito era el símbolo de la familia.

El ángel exterminador mató a los primogénitos de Egipto por el pecado del pueblo egipcio. Dios se reservó para sí la vida de los primogénitos de Israel y puso precio a su rescate: los primogénitos deberían ser rescatados mediante un sacrificio (Ex 22,29; 34,20) o un servicio en el tabernáculo en el caso de los levitas (Num 3,40-42), o el pago de un rescate al tabernáculo y a los sacerdotes (Num 3,46-48). Con ello se decía que toda familia en la tierra estaba en deuda con la justicia divina, la deuda del pecado.

Dios no le pide a Abraham que sacrifique a su mujer, Sara. Y si lo hubiera pedido, de seguro que Abraham no habría obedecido a esa voz. Abraham hubiera pensado que se trataba de una alucinación. No le parecería iluso, sin embargo, el asegurar el futuro de su familia sacrificándole a Dios el hijo primogénito: ¡era el precio que había de pagar! Dios no le pidió que entrara en la tiende de Isaac y lo asesinara; le pidió que se lo ofreciera en sacrificio. Yahweh quería que Abraham tomara conciencia de su deuda: su hijo moriría por los pecados de la familia.

En este contexto cultural se puede entender el mandato divino, pero no deja de ser terrible. La vida de Isaac tiene un precio, porque la familia ha pecado; pero, por otra parte, la vida de Isaac es bendición para todas las naciones, según Dios había prometido. ¿Cómo entender a Dios? Abraham podría haber dicho como Job: “Él sabe lo que está haciendo conmigo y cuándo me ha puesto a prueba; yo saldré de todo esto como oro puro” (Job 23,10). De todas formas Abraham no tiene mucha idea de aquello que Dios le pide: él saldaría la deuda y Dios mantendría su promesa. Por eso, suben al monte del sacrificio (Gen 22,9-10) y cuando todo está para cumplirse, Dios actúa a través de una voz que viene del cielo (Gen 22,11-12).

¡No destruir, sino purificar!

Dios conocía muy bien qué había en el corazón de Abraham. No necesitaba comprobar si lo amaba. Lo que Dios hace es purificar ese amor para que se convierta en “oro puro”. Isaac era el medio para conseguirlo.

Abraham podría caer en la idolatría filial. Un hijo idolatrado puede convertir al padre en un ser exigente y super-protector, que intentar por todos los medios conseguir el “hijo perfecto”; o convertirlo en un padre super-condescendiente y que mima al hijo para evitarle el menor desagrado. Un hijo idolatrado esclaviza. El camino de Abraham hacia las montañas con su hijo fue la fase final de un largo camino en el cual Dios lo iba transformando y haciéndole pasar de hombre normal al más importante de la historia.
Nuestro hermano, el primogénito, ¡qué bendición!

Al final el hijo amado no fue sacrificado. No obstante, los pecados familiares seguían ahí. La solución es una víctima sustitutoria, un carnero. Pero la sangre del carnero no fue suficiente, ni mucho menos, para pagar la deuda. Sería necesario que siglos después, en las mismas montañas, otro primogénito fuera extendido sobre el madero para morir. El Hijo amado, ante la inminencia de la muerte exclamó: “Dios mío, Dios mío, porqué me has abandonado?”. Ninguna voz liberadora vino del cielo. No hubo carnero sustitutorio. Murió el Hijo del Abbá, el Primogénito de toda la creación, Jesús. Su madre fue testigo del desenlace. Cristo murió por el pecado y por todos (1 Ped 3,18). Pablo entendió muy bien el verdadero significado de la historia de Isaac (Rom 8,32). En la cruz sabemos que “ahora conocemos que tú nos amas, porque no te has reservado tu hijo, tu único hijo, al que tu amas”.

Muchas de nuestras penas y sufrimientos tienen que ver mucho con nuestros “Isaacs”. Hay siempre en nuestra vida algo en lo cual ponemos nuestras alegría, nuestra plenitud. Si lo idolatramos estamos perdidos. Si llegamos al límite y purificados nuestro deseo y nuestro amor, ese “Isaac” será bendición para todos. Ya Jesús, el Cordero inmolado, nuestro Primogénito, “pagó por todos”.